viernes, 24 de julio de 2015

Cataclísmico

Los portones de acero comenzaron a abrirse con un chirrido. En cuanto el espacio entre ellas fue suficiente, un orko se coló dentro. Recorrió con la mirada el interior de la nave, cubierto en sombras, y emitió un gruñido de fastidio.

Caminó tambaleándose hacia un lateral, y palpó a ciegas por la pared hasta encontrar una palanca, que accionó. Hubo un chasquido, y las dos filas de bombillas precariamente colgadas del techo llenaron la estancia de una luz mortecina que lentamente se fue volviendo más intensa.

A un lado y otro de la nave se alineaban unos andamios que llegaban hasta el techo. Por todas partes había cajas, estanterías y bidones llenos de munición, combustible, y todos los tipos imaginables de repuestos, piezas extra y extraños cachivaches. Un par de raíles sostenían sendas grúas en el techo, y había al menos media docena más pequeñas repartidas por toda la estancia. El suelo estaba cubierto de casquillos vacíos, clavos doblados y seguramente restos de algún almuerzo pasado que ahora mismo incluso un garrapato rechazaría.

Pero en el centro, donde el actual proyecto del Gran Mekániko debería estar, no había nada. Ese espacio vacío había sido una espina clavada en el costado de orko durante meses, una herida en su orgullo. Pero afortunadamente, eso estaba a punto de cambiar.

El ronroneo de un motor de gran tamaño se podía oír ya a través de los portones, casi abiertos por completo. Esbozando una sonrisa llena de dientes, el Mekániko tomó una llave inglesa de gran tamaño y golpeó una de las vigas, haciendo temblar toda la estructura del edificio.

"ARRIBA GUZANOZ!" bramó el pielverde. "EZ HORA DE TRABAJÁ!" De cada rincón, agujero y ratonera de la nave asomaron medio centenar de cabezas verdes de grandes narices y orejas. Todos los ojos se clavaron en el Karro de Guerra que entraba en el edificio, apenas capaz de moverse bajo su pesada carga. Como una sola mente, los gretchings comprendieron y corrieron al encuentro del vehículo acorazado, que avanzaba lentamente, aplastando bajo sus ruedas cualquier chatarra que hubiera en medio.

El Mekániko escaló como un simio por los andamios. Desde arriba, podía ver mejor su presa. Una gigantesca máquina de combate de los kara-azul, cargada sobre la parte de atrás de su Karro de Guerra. En su pecho, un enorme agujero aún humeaba. Al menos el doble de grande que cualquier Dreadnough que hubiera construido, tan enorme que podía al límite la resistente estructura del Karro. Sí. Sería un buen punto de partida para algo grande. Muy grande.

Pero antes, había que hacer unos cuantos ajustes.

Echando la cabeza hacia atrás, el orko soltó una larga carcajada.

Era hora de divertirse.

4 comentarios:

  1. Muy bueno!

    Lo vas a continuar?

    Que tengo ganas de saber qué pasa con el Mek

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    1. Pues no, la verdad es que no XD

      Viene a significar que me he puesto a trabajar en una Cataclismo Zakeada.

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    2. Una Riptide?

      A ver si pronto la veo en persona xD

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    3. Espera sentado, que esto va para rato XD

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